DIA DEL MAR BOLIVIANO


Cada 23 de marzo, el pueblo boliviano recuerda la hazaña histórica del Héroe del Topáter en la defensa de Calama tras la invasión chilena al Departamento del Litoral. Eduardo Abaroa Hidalgo nació el 13 de octubre de 1838 en San Pedro de Atacama y murió en Calama el 23 de marzo de 1879. Patriota boliviano, héroe de la Guerra del Pacífico y símbolo en Bolivia del sacrificio al servicio de la Patria. Cuando estalló la guerra trabajaba en una mina de plata, tenía su propio negocio, su trabajo lo llevó a Calama y allí, se alistó como voluntario en la brigada heroica organizada por Ladislao Cabrera. Casado con Irene Rivero, padre de cinco hijos Amalia, Andrónico, Eugenio, Antonia y Eduardo. Hoy se lo recuerda por su valentía y su célebre frase: “¡Que se rinda su abuela… Carajo!”, que trascendió las fronteras conmoviendo incluso a los que en su momento fueron sus contendientes. La primera biografía del héroe la escribió el Coronel chileno Villagrán en 1880, quien se refiere a él de la siguiente manera: “No investía carácter militar, pero era boliviano y sobre todo un buen patriota”. Tras su muerte a la edad de 41 años, su cadáver fue recogido por las tropas enemigas y se lo sepultó, silenciosamente, en el cementerio del pueblo de Calama, a las cuatro de la tarde del 23 de marzo de 1879. Su epitafio pudo ser lo que le dijera alguna vez a Ladislao Cabrera: “Soy boliviano, esto es Bolivia y aquí me quedo”. Posteriormente, en 1952 sus restos fueron trasladados a Bolivia donde se le rinde homenaje en todo el país.
INVASIÓN DE ANTOFAGASTA
La mañana del 14 de febrero de 1879, los navíos chilenos Cochrane, O´higgins y Blanco Encalada, despertaron a la población de Antofagasta con salvas de artillería. Esta fue la primera acción de Chile en una guerra no declarada. Al menos 500 soldados chilenos se apostaron en el Puerto de Antofagasta, un territorio que pese a ser considerado el Puerto Mayor abierto al comercio de todo el mundo, a través del cual se exportaban los principales recursos minerales, militarmente tenía una gran desventaja, ausencia absoluta de naves de guerra además de haber atravesado por una inclemente sequía meses antes. Los funcionarios bolivianos y los pocos guardias armados, fueron intimidados por las tropas chilenas a abandonar la ciudad. El Prefecto del Departamento del Litoral, Severino Zapata, Coronel del Ejército boliviano, se encontraba en Antofagasta, cuando un emisario chileno pidió su rendición, la desocupación del Puerto y la entrega de las pocas armas con las que contaba la guardia boliviana, a lo que él respondió valientemente: “No tengo fuerzas con que contrarrestar a tres vapores blindados pero no abandonaré este Puerto sino cuando se consuma la invasión”. Esa misma jornada, Genoveva Ríos, hija del Comisario de la Policía Marítima Boliviana, al ver los ultrajes y ofensas que cometían los soldados chilenos mientras saqueaban las instituciones publicas, viviendas y quemaban las enseñas patrias, ante el descuido de un oficial chileno, rescató la última tricolor boliviana que flameaba en el edificio de la Policía y la escondió para evitar que sea quemada.
DEFENSA DE CALAMA
Al comenzar el asalto de Calama, el 23 de marzo de 1879, un destacamento de 1.500 soldados chilenos derrotó en cuestión de horas a una Brigada Heroica de algo más de un centenar de civiles bolivianos organizados por Ladislao Cabrera, con escaso armamento, en su mayoría escopetas de caza. El punto mas crítico fue el Puente del Topáter que estaba defendido por 12 hombres al mando de Eduardo Abaroa, en plena refriega y cuando habían ya perecido sus compañeros, un oficial chileno instó su rendición, pero su respuesta admiró a sus verdugos: ¡Rendirme yo, que se rinda su abuela carajo!, luego una descarga de fusilería acabó con su vida.
BATALLA DEL ALTO DE LA ALIANZA
Tras iniciarse la Guerra del Pacífico con el ataque a Calama, el 26 de mayo de 1880, soldados valerosos del Batallón Colorados de Bolivia, entre los que también se enlistaron en su mayoría indígenas con escasa instrucción militar de La Paz, Oruro y Potosí, reforzaron un Ejército de más de 5.000 hombres para enfrentar junto a la tropa aliada peruana, a miles de soldados chilenos en la Batalla del Alto de la Alianza en el cerro Inti Orko de Tacna. Al grito de ¡Temblad rotos que aquí entran los Colorados de Bolivia!, los soldados bolivianos comandados por los coroneles Narciso Campero y Eliodoro Camacho, atemorizaron al enemigo e inmortalizaron la frase en las páginas de la historia boliviana, en las que también se destacan a Juancito Pinto, niño tamborilero y a Pascual Mariano Mamani (El Corneta Mamani), pertenecientes al Regimiento Colorados, quienes ofrendaron su vida en defensa de la Patria.

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